Ecosistemas de cambio

A diario nos quejamos de todas las injusticias y desigualdades: la corrupción, la contaminación, la falta de empatía hacia el prójimo y el mundo. Sin embargo, nos consideramos insignificantes frente al tamaño del problema que no solo afecta a nuestro país, sino a escala mundial. Poco o nada decidimos cambiar en nuestra vida diaria.

Alguna vez te has preguntado ¿cómo podría mejorar la vida de los demás?, ¿a dónde van todos esos camiones de basura?, ¿qué tan resistente es el océano ante la demanda de la pesca a nivel mundial?, ¿a quién privo de agua potable cuando decido lavar mi auto?, ¿por qué una lata de duraznos ha llegado a mi casa desde el otro lado del mundo? Cuando en mi patio trasero tengo un árbol de duraznos que nunca cuido o una comunidad de agricultores a 30 minutos que no logran llevar el pan a sus hogares porque no hay quien les compre esos duraznos que han cultivado. ¿Es esto necesario?

Si eres una de esas personas que se ha hecho alguna de estas preguntas y algo de esto te preocupa, hay mucho por hacer y puedes ser parte de nuestro ecosistema de cambio. Funciona como las mitosis celulares: puede comenzar con un individuo o con una idea y multiplicarse hasta convertirse en un gran sistema cuyos resultados cambiarán el futuro de todos. Suena improbable o utópico, pero da resultados.

En biología, un ecosistema es un sistema condicionado por las acciones de un conjunto de organismos, el medio ambiente físico en el que viven y las relaciones que se establecen entre ellos. Siguiendo este modelo, quiero hablarles de los Ecosistemas de Cambio, proyectos que buscan el bien común e impulsan la sostenibilidad. Un buen ejemplo de estos proyectos son las cocinas, ya que son grandes agentes de cambio para el cuidado de los seres humanos y del planeta.

Las razones de ser de los ecosistemas de cambio son infinitas y les voy a contar brevemente cómo empezó el mío: 

Cuando estudiaba y me enfrentaba diariamente al infernal tráfico de la capital, siempre pensaba: ¿Hasta cuándo el mundo va a soportar tantos autos? ¿La combustión de esos combustibles nos dejará sin oxígeno algún día? Además, siempre me molestó la gente que arroja basura por la ventana del auto, y como pasaba tanto tiempo en él, al final de la semana y al limpiarlo, llegaba a tener 20 botellas plásticas de agua solamente en cinco días. ¿Era necesario todo ese plástico? Evidentemente, reciclaba y sentía que ya había sido responsable. Entonces, investigué el proceso de reciclaje y me di cuenta de que esto también produce un impacto ambiental. Ahí comprendí por mí mismo que no solo se trata de reciclar, pues reducir el consumo y reutilizar lo desechado también ayuda a mitigar el impacto. Allí conocí la importancia del “recicla, reduce, reutiliza”.

Luego me mudé a la costa y viví en una comunidad de pescadores. Allí me enfrenté a otra realidad de vida muy dura para ellos, ya que la pesca significaba su único sustento. Luego conocí en Manta el mercado de pescado y los desembarcaderos de pescadores. La cantidad de capturas era impresionante, y debo confesar que sentí miedo. Empecé a observar que, sin importar el precio, el mercado solo buscaba un 30% o máximo 50% del total de las capturas; el resto se desechaba en la playa o, en el mejor de los casos, se destinaba a la fábrica de harina de pescado. Por un lado, entendía la importancia de la pesca para la economía, pero, por otro lado, comprendí que ese impacto ambiental debía ser optimizado. Con la idea de darle un mejor uso a las especies capturadas, investigué especies alternativas y sus usos en la gastronomía, con la finalidad de que esas especies desaprovechadas se utilizaran para aliviar las especies sobreexplotadas.

Después de esta experiencia, me mudé a Galápagos y aquí percibí muchas cosas, desde lo delicado que es nuestro planeta hasta cómo como sociedad podemos vivir y movilizarnos con un número reducido y limitado de autos. Todo es posible si guiamos a la sociedad hacia la responsabilidad ambiental, el valor y el cuidado que debemos darle al agua, y la importancia de aprovechar al máximo todos los recursos, etc.

Ahora tengo mis proyectos propios, en los que las personas que trabajan conmigo, consciente o inconscientemente, ya viven estas aristas de cambio todos los días en nuestro ecosistema. Son personas que reciclan y saben cómo clasificarlo todo, personas que aprovechan el 100% de una proteína que se ha sacrificado para nuestra alimentación, personas que cuidan las frutas y verduras porque a ellos mismos les costó trabajo cultivarlas. Con el tiempo, he visto que nuestro ecosistema de cambio se amplió, pues estas costumbres se fueron replicando en sus casas, y ahora sé que este movimiento se puede ir haciendo más grande y que mi proyecto personal puede llegar al barrio, a la parroquia, al cantón, a la provincia, a todo el país y, ¿por qué no?, al mundo.

De esta manera, me di cuenta de que había creado un ecosistema con muchos actores enfocados en el cambio y el cuidado del planeta, y una vez dentro de esta manera de pensar, me di cuenta de que en todo el país y el mundo se están dando estos movimientos de cambio y no estamos solos. No te quedes con tus preocupaciones adentro, compártelas y crea tu ecosistema de cambio, o únete al nuestro.

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