Creo en el presente que está enraizado en el origen, ese terreno fértil que nos permite cocinar el futuro.
02
Creo que la cocina no empieza en el fogón. La cocina empieza en la tierra con la siembra y la crianza de animales. La cocina empieza en el agua con la pesca responsable.
03
Creo en la fuerza de las cocinas para motivar la evolución y el crecimiento colectivo. Cada plato que se sirve en nuestra mesa, contribuye al sustento de muchas manos y al desarrollo de la región que habitamos.
04
Creo en la cocina que se sostiene en el arte y las nuevas tecnologías para trabajar con la tierra, el agua y el fuego.
05
Creo que en la cocina hay que escuchar, ver, saborear y oler, para atreverse a hacer.
06
Creo que todo lo que cocinamos resuena al norte, al sur, al oriente y al occidente.
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Creo en la creatividad que está al servicio del aprovechamiento. Pues comprendí que algo es delicioso, cuando respeta las formas de vida y cuida la tierra de donde viene.
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Creo en la cocina de temporada, esa que se deja guiar por el calendario de siembra y las costumbres populares (el inti raymi, los solsticios, etc…)
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Creo en el saber hacer, ese conocimiento que habita en las comunidades y que forja nuestra cultura.
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Creo en la cocina como un ecosistema de cambio, súmate a nosotros para seguir haciendo que el alimento sea ese lugar de encuentro que aporta al crecimiento.
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Creo en la cocina que cambia vidas, la que alimenta el futuro de los jóvenes que trabajan sembrando, cocinando y alimentando a todo aquel que viene a nuestra mesa.
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Agradezco a los planes inesperados que me trajeron hasta aquí, y pusieron mis pies justo donde todo había comenzado: en Tagualó, que significa “casa” en idioma Pansaleo (una lengua preincaica, hablada en los alrededores de Quito antes de la conquista española)*.
* Caillavet, C. (2000). III.6. La geografía sagrada del Otavalo prehispánico. In Institut français d’études andines eBooks (pp. 397–424). https://doi.org/10.4000/books.ifea.2877 https://books.openedition.org/ifea/2877?lang=es#ftn6